Alimentos fortificados: parte de una alimentación sana

Melanie McGrice, RD

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Publicado

22 January 2018

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Fortificar un alimento simplemente significa añadirle nutrientes durante su producción. Puede tratarse de una fortificación masiva que el gobierno impone en un alimento básico para abordar un déficit en la población, o bien de una fortificación voluntaria, en la que el fabricante decide fortificar un producto con un determinado nutriente (o nutrientes) para aumentar su valor nutricional. De este modo el producto se convierte en un «alimento funcional» y este tipo de alimentos suele regirse por las fuerzas del mercado. Es posible que no sea consciente de la cantidad de productos fortificados que consume a diario, ya que en los países desarrollados han pasado a formar parte importante de nuestra alimentación.

Vamos a analizar algunas ideas equivocadas que tiene la gente sobre la fortificación alimenticia para que pueda decidir con más fundamento lo que pone en su plato.

Idea equivocada: no son seguros

Los alimentos fortificados no son en absoluto tóxicos para el organismo. El único motivo de preocupación está en el alimento fortificado. Por ejemplo, las galletas de chocolate con fibra añadida siguen siendo galletas de chocolate y quizá no resulten una elección muy saludable. Los estudios demuestran que el consumo de alimentos fortificados en la alimentación diaria no tiene ningún efecto perjudicial para la salud. Un estudio específico del Reino Unido indica que, entre sus 1379 participantes, ninguno alcanzó el límite máximo (la ingesta máxima diaria que recomiendan los profesionales de la salud) ni el nivel tóxico de ningún nutriente con el consumo de alimentos fortificados. Por lo tanto, concluyeron que los alimentos fortificados no tienen efectos adversos en los consumidores. Además, el estudio observó un aumento considerable de los marcadores nutricionales en las personas que consumieron alimentos fortificados. De hecho, hasta el 20 % de los nutrientes que ingirieron los participantes del estudio procedían de los nutrientes con los que se fortificaron los alimentos.

Los fabricantes están obligados a cumplir unas normas y directrices estrictas establecidas por un órgano regulador que se conoce como Comisión del Codex Alimentarius, que marca las pautas internacionales de seguridad alimentaria. Además, Australia tiene sus propias directrices, las Food Standards Australia New Zealand (FSANZ), que los fabricantes deben respetar si quieren vender en Australia. Otras regiones, incluida la Unión Europea, tienen su propia normativa sobre la adición de vitaminas, minerales y otras sustancias a los alimentos y las bebidas.

Idea equivocada: no es más que marketing Quizá sea cierto que la fortificación voluntaria de los alimentos, alimentos que denominamos «alimentos funcionales», se rige por las fuerzas del mercado. Son los fabricantes que utilizan la fortificación para comercializar sus aperitivos o dulces como «alternativas más sanas» quienes dañan la imagen de la fortificación. Sin embargo, eso no significa que no haya productos fortificados que nos beneficien.

Los alimentos fortificados pueden ser vitales para la salud de las personas con deficiencias nutricionales. Por ejemplo, a menudo los vegetarianos y los veganos pueden acusar una falta de hierro y de omega 3, mientras que las personas con intolerancia a la lactosa pueden manifestar carencias de calcio y vitamina D. Consumir alimentos fortificados con estos nutrientes puede garantizarles la ingesta diaria necesaria para su salud.

Otros alimentos y bebidas fortificados de uso generalizado incluyen los zumos fortificados con vitamina C para compensar la pérdida de este nutriente durante la producción. Otro ejemplo es el omega 3 DHA de las margarinas o los productos para untar.

Idea equivocada: alteran el sabor

Los consumidores se preocupan especialmente cuando ven que a un producto se le ha añadido DHA, porque asocian los omega 3 con el pescado y no quieren que el yogur o el pan tengan este sabor. ¡Qué asco! Sin embargo, con el avance de la tecnología ya no tenemos que preocuparnos. Hay muchas maneras de introducir en los alimentos nutrientes como los omega 3 y eliminar su sabor u olor a pescado. La técnica más habitual es la microencapsulación, que consiste en incluir el aceite en una cápsula de tamaño microscópico que retiene el sabor y el olor hasta que llega al intestino, donde se desintegra y se digiere. La microencapsulación también asegura la conservación de todas las propiedades de los omega 3 hasta que llegan al sistema digestivo para que no se degraden durante la vida útil del producto. Además, como las cápsulas son tan pequeñas, no afectan a las demás propiedades sensoriales del alimento que las contiene, como la textura. Este tipo de técnica se utiliza con todo tipo de nutrientes para fortificar alimentos.

Otra opción para aumentar los omega 3 en los alimentos es utilizar DHA de algas. Al proceder de algas, este DHA puede emplearse para fortificar alimentos sin añadirles sabor a pescado.

Idea equivocada: no me hacen falta alimentos fortificados, estoy sano

Quizá sea verdad, pero en el mundo hay muchas personas que carecen de numerosos nutrientes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que dos mil millones de personas (casi un tercio de la población mundial) son deficitarias en uno o varios nutrientes. Los vegetarianos, los veganos, las mujeres embarazadas y lactantes, los niños y los ancianos son los que mayor riesgo corren de desarrollar una deficiencia. Un reciente informe también indica que, como media, los australianos no alcanzan la ingesta diaria recomendada de varios nutrientes, como omega 3, hierro, zinc, calcio y vitamina D, lo cual incrementa el riesgo de déficit en este país.

Los alimentos fortificados son la estrategia más rentable a largo plazo para abordar las carencias nutricionales y los consiguientes problemas de salud en grandes poblaciones. Quizá no lo sepa, pero algunos de los alimentos que come habitualmente llevan fortificación obligatoria. En Australia, todos los derivados de cereales deben fortificarse con folato y yodo para reducir la incidencia de niños nacidos con defectos del tubo neural (DTN) y trastornos intelectuales. Sin duda todas las madres saben que estos nutrientes son fundamentales para el desarrollo sano del bebé durante el embarazo, pero ¿qué ocurre con los embarazos no planificados? La fortificación obligatoria de cereales con folato y yodo se introdujo en 2009 y, hasta ahora, los resultados señalan un descenso estable del índice de DTN en línea con la fortificación de folato.

Cuando haga la compra, preste atención a los alimentos fortificados para incrementar su ingesta de nutrientes.

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